martes, mayo 30, 2006

MI TIERRA CORDOBA BELLA



Avenida primera en Monteria y el rio Sinú

DESARROLLO SOCIAL Y EL ORDENAMIENTO TERRITORIAL


SOBRE DESARROLLO SOCIAL
EN PERSPECTIVA DEL ORDENAMIENTO TERRITORIAL

Antes de abordar el tema de desarrollo social me fue necesario mirar, detenerme en los paisajes de mi tierra sabanera y comprender mi espacio y mi identidad, consentí entonces, que el desarrollo social es más que normas, políticas y evaluaciones de sistemas económicos, coordenadas matemáticas y supuestos monetarios. Existen problemas que interactúan en el concepto, más reales, más profundas, relacionados con el desangre y el abuso de poder, con la sostenibilidad de los recursos naturales y con nuestra vivencia a veces ficticia de relaciones con el suelo, con los mares, con los ríos, con el espacio natural conocido y desconocido, de nuestra relación con los otros.

Pensar el desarrollo social en la perspectiva de ordenamiento territorial es casi una elegía a la dificultad, pero también una de las más bellas utopías que tiene probabilidad de hacerse real, el desarrollo social de los hombres y mujeres, al menos en lo que puede entenderse como satisfacción de las necesidades básicas de agua, luz, vivienda, educación y alimentación, tiene que ser posible en una relación armónica con el tiempo y con el espacio concebido éste mas allá de limites, medidas, latitudes y longitudes.

La lógica de desarrollo social implica desafíos y una mente abierta principalmente con el tema del territorio y de la soberanía, para ser capaz de entender los nuevos cambios que evidencia el mundo globalizado, donde la idea de Estado-nación se diluye poco a poco, cuando los Estados dejan de ser los poderosos y hablamos ahora de multinacionales, de organismos internacionales macroeconómicos que plantean derroteros e imponen medidas. Inclusive se ha dicho de este modelo de Estado-nación que es autosuficiente y mecanicista, que ha limitado severamente la compresión de los procesos sociales de base implicados en el ordenamiento y uso de los territorios. “Tendremos pues, que cuestionar los mapas existentes así concebidos, que sólo muestran el fraccionamiento del espacio terráqueo en un momento dado como reflejo de una obsoleta construcción sociopolítica, y empezar a ver cómo se puede rearmar el actual rompecabezas geográfico del mundo, para que éste funcione mejor.” [1] En consecuencia, se hace imperioso comprender el espacio como el entorno no sólo geográfico de formas, sino también el biogeográfico, cultural y de identidades, el entorno de los desafíos, de las divergencias, de la vida y de la muerte. Nos enfrentamos a un nuevo modelo al que no puede dársele la espalda y debe leerse con anteojos, para no repetir la historia de dependencia, de falta de gobernabilidad, de manipulación, y robo de las riquezas.

Ahora bien, introducidos en la problemática de fondo es preciso definir el desarrollo social como el despliegue de las fuerzas productivas de un país, región, o de un espacio para lograr el abastecimiento de los elementos materiales vitales como también los bienes culturales dignos y de servicios de toda índole al conjunto de la sociedad. Lo que evidencia que el desafío va más allá del tipo de Estado y se extiende a la capacidad de la Sociedad Civil para movilizarse y adecuar un orden político representativo a los proyectos de los diversos y heterogéneos sujetos sociales. Es necesario, que se consoliden practicas y mecanismos que comuniquen, socialicen o rescaten las diversas identidades colectivas que conforman el cuerpo social sin exclusiones, populismos y nacionalismos, lo que encierra un cambio ineludible en la forma de concebir y practicar la política.

Queda claro que no se puede hoy hablar de desarrollo si no se entiende las nuevas políticas de sostenibilidad, sino se amplia la noción de recursos naturales, sino se comprende las relaciones entre el hombre y su espacio en compañía del otro hombre. No puede pensarse una política de desarrollo, una política social sin los ajustes y flujos institucionales implicados en los nuevos procesos globalizantes y que básicamente se constituyen en la construcción de un mejor ordenamiento territorial. Comprender, tal como lo ilustra el Maestro Borda que “El bioespacio, o “lugar”, aparece como respuesta a procesos locales y regionales de desarrollo social, económico y político que vinculan actividades vitales de producción y reducción con los recintos en los que se ejecutan y de donde se derivan elementos de continuidad social y diversidad cultural. En el campo se trata de zonas relativamente homogéneas, tales como ecosistemas, tierras baldías, cuencas hidrográficas, regiones histórico-culturales, territorios étnicos y resguardos indígenas, zonas de reserva campesina, parques naturales, provincias, municipios asociados y vecindarios-caseríos. En la ciudad, con una estructura más compleja, heterogénea y variable, los bioespacios se constituyen en barrios, localidades o zonas, circuitos diversos, distritos y áreas metropolitanas y suburbanas. En estos bioespacios se expresa y palpa la vida colectiva en su cotidianidad: la relación territorio-población-servicios es fundamental, y de allí depende mucho la convivencia, la prosperidad y la paz ciudadanas y el buen manejo que se le dé a los recursos financieros que reciba.”[2]

Para finalizar es imprescindible reconocer que más allá de entender todos esos elementos que amplían sustancialmente el concepto y enfoque de desarrollo social, lo esencial es indicarnos el procedimiento para armar nuestros conceptos teniendo presente la realidad, lo que observamos y las riquezas de las que gozamos, aún de las que desconocemos, porque resulta claro que en nuestro país estamos acostumbrados a trabajar modelos de sociedad que desconocen la complejidad creciente de la sociedad real en que estamos inmersos, de allí que observamos el quehacer febril y obsesionado de los tecnócratas que diseñan soluciones antes de haber identificado el ámbito real de los problemas, la justificación de los modelos la buscamos en los modelos mismos, de manera que cuando las soluciones fracasan no es por fallas del modelo, sino por trampas que hace la realidad. Vivimos y trabajamos la construcción de un orden, sin entender lo que es ordenable ni lo que estamos ordenando.[3] En fin, el procedimiento es aquel que opera como opción abierta, de tal forma que el desarrollo social en perspectiva del ordenamiento territorial sea asumido y entendido como construcción permanente, nada puede existir aquí como solución definitiva.

ANA LIGIA ESPITIA VEGA
2005




[1] Orlando Fals Borda. Acción y Espacio, Autonomías en la Nueva República. TM Editores, 2000. Pag 5.
[2] Orlando Fals Borda. Acción y Espacio, Autonomías en la Nueva República. TM Editores, 2000. Pag 9
[3] Manfred Max Neef. Desarrollo a escala Humana. CEPAUR, Pp 19.